jueves, 22 de enero de 2009

Guitarra, dímelo tú


por Juan Carlos Rabufetti

"A mí no me gusta el folklore x q es muy ay la concha'e su madre"
(Martín "El Toro" Restaldi)

Que objetable necesidad de evocar montañas?

Tú...sarnoso habitante d llanura!!!!

Necesitás raíces?
Tenés los papitos separados o no te anda el msn?

Así construye el hombre civilizado (gracias Sarmiento) etiologías d dudosa papeleta.

Abejorro de la humedad, fuck you!, salí de la madriguera menso!!!.

No le creas a q Yupanqui......hasta yo hubiese sido
comunista en Francia en la década de 1960...Corky!

Guitarra, dímelo tú, q has oído a Matt Hungo y al Mamo si no amerita ficcionar una tradición más accesible

Y dejáos de rebajarse a lágrima o reproche!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con respecto al desarrollo del pensamiento en la historia del ser humano, refiriéndose al animismo, dice Freud (1): “Coincidimos aquí nuevamente con las opiniones de los autores que manifiestan que son los espíritus malos los que surgieron primero entre los espíritus e infieren el surgimiento de dichas representaciones anímicas a partir de la impresión de la muerte sobre los sobrevivientes”. Freud habla aquí de la impresión “de la muerte” y no “de los muertos” sobre los sobrevivientes. Con la adquisición del lenguaje, precondición del animismo, al que conduce por vía de la “omnipotencia” de los pensamientos, se da la inclusión de un universal que es inmanente pero que también trasciende a cada particular. Y cuando hablo de la adquisición del lenguaje me refiero al lenguaje específicamente humano (cada especie animal tiene su lenguaje específico), el cual, en función de su complejización con la aparición de preposiciones, conjunciones, pronombres, adverbios, formas verbales, etc., permite correlacionar pensamientos que se relacionan entre sí a través de relaciones de causalidad, consecuencia, condicionalidad, temporalidad y espacialidad que trascienden las primeras relaciones de continuidad, contigüidad, y analogías formales. La muerte aparece entonces como “la muerte” que se liga a la experiencia de no ver nunca más al muerto: de ahí la añoranza por éste que crea la necesidad de eternizar su presencia en forma de espíritu o demonio.